Madrid, España.- En un mundo donde los representantes políticos reiteran «todo lo que nos hace diferentes» y no aquello que nos acerca o uno, Guillermo del Toro manifiesta haber buscado mostrar deliberadamente el poder que el amor tiene al respecto y que además, como él mismo dice, carece de forma y género: «Rompe todo igual que el agua, se mete por donde puede y toma la forma de lo que toma», dijo en entrevista el cineasta mexicano.
Eso es lo que cuenta La forma del agua, una preciosa y delicada fábula con la que Del Toro ha logrado el mayor éxito de su carrera, empezando por el León de Oro de Venecia, que logró en septiembre y continuando con los dos Globos de Oro de hace un mes y con las 13 nominaciones para los Oscar, que se entregan en poco más de dos semanas, reportó Milenio.
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Una película en la que Del Toro (Guadalajara, México, 1964) utiliza a un monstruo como símbolo del amor y como espejo del racismo, el sexismo y el clasismo que dominaban Estados Unidos en el año 1962 en que se desarrolla la historia y que «siguen vivos ahora».
«No hemos progresado mucho y la idea era esa. Vivimos en un tiempo en que nos dicen los políticos todo lo que nos hace diferentes, lo que nos separa, lo que no nos une y a mí me interesaba muchísimo enseñar el poder del amor», explica Del Toro en Venecia, donde comenzó la carrera triunfal de la película.
Una historia protagonizada por la británica Sally Hawkins como Eliza, una limpiadora muda que trabaja en un centro de investigación del Gobierno estadunidense. Y allí conoce a un monstruo marino con el que mantiene una tierna y compleja historia de amor.
Un monstruo que, como resalta Del Toro, no tiene una connotación negativa.
«En la fabulación mexicana no es negativo, es parte de la naturaleza y creo que es profundamente mexicano», asegura Del Toro de su criatura, un ‘ente’ como le gusta llamarlo, cuya imagen le rondaba en la cabeza desde que con seis años vio Creature from the Black Lagoon (1954).
Claramente inspirado en el monstruo prehistórico de aquella historia, el cineasta mexicano le dota de una mayor dulzura y de una belleza tan incomprensible como aplastante, que ha seducido a casi tantos espectadores como El laberinto del fauno, el mayor éxito de Del Toro hasta la fecha.
«La idea para mí es que dentro de lo monstruoso está lo bello y dentro de lo normal está lo monstruoso. Esta idea no solo está en ‘El laberinto’, está en ‘El espinazo del diablo’, está en ‘Hellboy’, está en ‘Cronos'», explica el realizador.
Porque el monstruo como figura de redención «es una idea muy religiosa y muy personal» para él.
Lo que se refleja en su cine, repleto de monstruos y criaturas que han demostrado de sobra la gran imaginación de un cineasta que siempre ha sido un hábil mezclador de géneros y que en La forma del agua lleva esa característica al extremo.
Es evidente, reconoce, su amor por los monstruos y su combinación con los cuentos de hadas y la estética del horror.
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Y aquí ha buscado «combinar lo incombinable: thriller, película musical, película de amor, película de tolerancia, de monstruos, todo junto».
Algo que hace muy difícil lograr la financiación, pero al mismo tiempo «hace la labor artística muy gratificante», asegura satisfecho Del Toro.
Y no le han pesado los tres años de trabajo para lograr el diseño perfecto para el monstruo, interpretado por el actor estadonidense Doug Jones.
«La humanidad de la película es lo que finalmente me interesa, pero estéticamente toda la película, el centro de la película, es el monstruo. Y por eso teníamos que crear todo un universo para que ese monstruo respire», señala.
Un universo estético, el de los años sesenta, que le ha permitido además dotar a la película de una atmósfera cargada de colores y de leyendas, con un espectacular reparto en el que están Olivia Spencer, Richard Jenkins o Michael Shannon, testigos de la historia entre Sally Hawkins y el monstruo.
Del Toro escribió la película para Hawkins «porque el actor no solo es un reactor de emociones, el actor es alguien que escucha y mira. Y Sally Hawkins tiene una mirada espectacular».
En La forma del agua lo que buscaba era precisamente eso, que un monstruo y una mujer se miraran y que «con las miradas de ambos exista una emoción».
«Por supuesto que es un reto muy, muy difícil a nivel técnico, estético, todo, pero vale la pena porque hay un contacto entre ellos que es hermoso», resume Del Toro.