Fue EU quien inició la carrera nuclear, y no Corea del Norte

Ciudad de México.- Walter Pincus, periodista estadounidense ganador del Pulitzer, cuenta la historia de cómo fue Estados Unidos, y no Corea del Norte, quien inició la carrera armamentística que llevó a la nuclearización en esta zona del mundo, provocando la guerra de las coreas y la tensión internacional que se vive en estos días.

«Es nuestra postura congruente, estar comprometidos con la desnuclearización de la Península de Corea, en concordancia con la voluntad del otrora presidente Kim Il Sung y el secretario Kim Jong Il».

Las palabras del líder norcoreano Kim Jong-un durante su encuentro con el presidente chino Xi Jinping sorprendieron a muchos, según cuenta este artículo de BBC Mundo.

Pero los sentimientos dominantes parecen haber sido la sospecha y el escepticismo.

Después de todo, ese supuesto compromiso parece estar en las antípodas de los esfuerzos de Kim por hacerse con armas nucleares a pesar de las advertencias de EE.UU. y las sanciones de Naciones Unidas.

Y eso es algo que, antes de él, también intentaron su padre y su abuelo, con los expertos situando los inicios del programa nuclear norcoreano cuando menos en 1960.

«Puede sonar extraño, pero tiene cierta lógica», advierte sin embargo el corresponsal de la BBC en China, Stephen McDonell.

«Ellos argumentarían que si se sintieran lo suficientemente seguros no necesitarían armas de ese tipo», explica.

Y esa inseguridad está seguramente conectada a un episodio muy poco recordado hoy en día: la llegada a la península coreana, hace ya 60 años, de las primeras armas nucleares estadounidenses.

Una nuclearización que, como recuerda el galardonando periodista estadounidense Walter Pincus, se produjo en clara violación del acuerdo que puso fin a las hostilidades de la Guerra de Corea.

«Secreto sucio»

«Con el presidente (Donald) Trump preparándose para una posible reunión con Kim Jong-un (…) muchos estadounidenses están advirtiendo que Corea del Norte ha abandonado previos acuerdos en materia de armas», escribió Pincus en un artículo de opinión publicado en The New York Times la semana pasada.

«Pero esos escépticos deberían recordar que fue Estados Unidos, en 1958, el que rompió el Acuerdo de Armisticio de Corea de 1953, cuando la administración Eisenhower envió las primeras armas atómicas a Corea del Sur», se lee en «El sucio secreto de las armas nucleares estadounidenses en Corea».

Según el exreportero de The Washington Post, para mediados de la década de 1960 las armas nucleares de EE.UU. en la península coreana ya sumaban más de 900 proyectiles de artillería, bombas tácticas, cohetes y misiles tierra-tierra, misiles antiaéreos y minas terrestres nucleares.

«Incluso proyectiles nucleares para los cañones sin retroceso ‘Davy Crockett’ estuvieron basados en Corea del Sur durante varios años», afirma el actual columnista de The Cipher Brief, quien está trabajando en un libro sobre armas nucleares.

Todo a pesar de que el Acuerdo de Armisticio -suscrito entre las tropas de Naciones Unidas comandadas por EE.UU., y los ejércitos de China y Corea del Norte- había prohibido expresamente la llegada de nuevos tipos de armas y municiones a la península coreana.

De hecho, según Joseph Bermudez Jr. -un experto en Corea del Norte que analizó la estrategia nuclear norcoreana para el Instituto Corea-EE.UU. de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins-, el temor a las armas nucleares estadounidenses fue lo que logró forzar la firma del armisticio.

Aunque, como explica Bermudez en «La estrategia de desarrollo de armas nucleares de Corea del Norte», esa amenaza también tuvo «un profundo impacto en la forma de pensar del liderazgo norcoreano».

Desde entonces «el peligro de que armas nucleares estadounidenses pudieran ser empleadas en contra del Norte ha sido un principio fundamental de su pensamiento y acciones estratégicas», se lee en el documento.

Y la llegada de armas nucleares a Corea del Sur -donde permanecieron hasta 1991- muy probablemente solo fortaleció el deseo de Pyongyang de hacerse con su propio disuasivo atómico.

Ojivas por soldados

Para fines de la década de 1950, sin embargo, Corea del Norte todavía estaba muy lejos de ser capaz de desarrollar armas nucleares.

Y, para ese entonces, el creciente costo de proteger a Corea del Sur de un enemigo cada vez más poderoso era lo que empezaba a inquietar a Washington.

La lógica del gobierno de Eisenhower fue que enviando armas nucleares a la península podía reducir tanto el número de tropas estadounidenses como su apoyo financiero a las tropas surcoreanas, que ascendía a US$650 millones al año, sin comprometer la seguridad de su aliado.

Y ese fue el camino que se siguió, aunque en las discusiones sobre el tema, recogidas en una serie de documentos ya desclasificados, los asesores legales del Departamento de Estado dejaron en claro que esto supondría «una violación» de los términos del armisticio acordado pocos años antes.

El Pentágono, sin embargo, insistió en que el nuevo armamento era «esencial» desde un punto de vista militar y también argumentó que Corea del Norte ya había violado el acuerdo al adquirir nuevos aviones y armas de artillería.

«Se puede argüir que las violaciones de los comunistas al párrafo 13(d), especialmente en lo que se refiere a aviones, nos liberan para ignorar sus restricciones», se lee por ejemplo en un memorando fechado el 28 de noviembre de 1956.

«Honest John»

El documento recoge una discusión sobre el posible envío a Corea del Sur del sistema de cohetes MGR-1 (mejor conocido como «Honest John»), así como de cañones de 280 mm, las primeras armas con capacidades nucleares consideradas por el Pentágono.

«En cualquier caso, esas armas no deben considerarse atómicas porque, cuando no están acompañadas de ojivas nucleares, tal uso sería potencial y no real», argumenta también ahí el Pentágono.

Y el 24 de diciembre de 1957, el ejército estadounidense recibió la autorización para llevar ambos tipos de armamentos a Corea del Sur, aunque el anuncio público de su llegada a península solo se produjo el 28 de enero de 1958.

«Un vocero del ejército de EE.UU. se rehusó a decir cuántos cañones habían llegado o si estaban acompañados con ojivas nucleares», recuerda Pincus, quien también destaca que la noticia nada más mereció «dos párrafos en la página 3 de The New York Times«.

Desde entonces «los estadounidenses han olvidado esta historia y los políticos estadounidenses solo han culpado a Corea del Norte por no respetar los acuerdos», apunta.

«Pero si bien es cierto que Pyongyang ha sido poco confiable, sus líderes sí recuerdan lo ocurrido en la década de 1950», concluye el antiguo ganador del Pulitzer.

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