Por: María José Evia Herrero
Expok es una empresa especializada en comunicación de RSE y sustentabilidad. María José Evia Herrero, autora de esta columna, es coordinadora de contenidos de ExpokNews, además de escribir en diversos medios sobre equidad de género, diversidad y literatura.
Desde hace unos años las OSC y activistas han encontrado en las redes sociales una opción para hacer oír su voz y generar cambios en las políticas de las empresas. Greenpeace, por ejemplo, combina sus tácticas más agresivas con hashtags, imágenes y llamados a la acción desde lo virtual.
También han surgido movimientos menos organizados en los que diversos usuarios se unen alrededor de un hashtag para compartir experiencias, hacer críticas o simplemente crear una comunidad. Esto ya no es nuevo, ha quedado demostrado que a las compañías les interesa tener una presencia positiva en línea y que escucharán a sus consumidores si hacen el suficiente ruido.
Lo que es un poco más nuevo es el enfoque hacia temas de género, pero es importante analizar que el movimiento #Gamergate dejó clara otra cara de la moneda: que quienes critican a empresas o industrias pueden a su vez convertirse en blanco de usuarios misóginos que pueden llegar a ser peligrosos.
Es complicado resumir estecaso, pero básicamente se trata de una negativa al cambio que se está viendo en la industria de los videojuegos (que, ante críticas, intenta ser menos sexista). Los partidarios del #Gamergate han amenazado a feministas que pugnan por este cambio, además de publicar su información personal y lograr que cancelen eventos o presentaciones.
Hace ya algunas semanas que este caso ha dejado de estar en los medios, pero lo recordé al escribir sobre la portada de Batichica que generó polémica en redes y que acabó siendo retirada por mostrar a la heroína en una posición de víctima. De nuevo, las mujeres criticaron en línea y generaron un cambio, pero quien recibió amenazas no fue el ilustrador que creó la portada sino las activistas que comenzaron el movimiento.
El CEO de Twitter ha admitido que la red social “apesta” al manejar casos de acoso y abuso, pero ha pasado ya un tiempo de esa declaración (hecha en un foro interna de la empresa y filtrada en línea) sin que haya existido cambio alguno a la política del sitio de microblogging. En el caso de Facebook, la empresa parece estar más preocupada por evitar a toda costa desnudos femeninos que por crear un ambiente seguro para sus usuarias.
Todo esto es importante para el mundo de la responsabilidad social en general porque se trata de los nuevos canales en los que los grupos de interés se están comunicando con las empresas. Si los usuarios (y consumidores) no pueden sentirse seguros de hablar, esto le concierne a todas las empresas implicadas.
Todos hemos comprado la idea de que el internet hará más democráticas las relaciones entre las empresas y consumidores, pero no debemos olvidar que el sexismo y la misoginia siguen muy presentes en línea y que las personas más vulnerables a ataques deben tener garantizada su libertad de expresarse sin represalias.