Messi le da a los culés la Copa del Rey número 27

Barcelona, España (El País).- En un Camp Nou teñido de rojiblanco, Messi también se sintió en casa. Pocas cosas le extrañan, así que de nuevo impuso su reinado. La Pulga descorchó la 27ª Copa para el Barça tras un partido emotivo en las gradas, la única estancia en la que pudo reinar el Athletic, con su hinchada abarrotando el estadio enemigo, entregada de principio a fin a sus muchachos. Sobre el campo, la ley de Messi. Ante semejante barrera, poco hay que hacer. El argentino fue el catalizador absoluto de un Barça que transita de cima en cima, ya con un doblete a la espera de la final de Berlín. El coraje del Athletic no fue suficiente ante un rival que nunca le dio vidilla, que se desplegó con el timbre de autoridad de un 10 imperial, inalcanzable, autor de dos goles y una sinfonía de buen fútbol. Por si fuera poco, el Barça ha dado con la coreografía perfecta alrededor del genio. Desde la zaga hasta los puntas. Los tres pistoleros ya suman 120 goles en los 59 partidos oficiales que ha disputado el Barça hasta la fecha.

Este Messi descarga por igual goles que fútbol. A los veinte minutos, cuando aún mantenía la cerradura el Athletic, se le vio en una habitación cerrada. Balenziaga le había decretado prisión por todo el campo. Esta vez, cuando ya le había desquiciado, Rico y Beñat acudieron a la custodia. Leo, con el candado, enclaustrado en la banda derecha. Una ratonera, no había escapatoria posible. Así hubiera sido para cualquier terrenal, no para Messi, un desmentido perpetuo. Se libró de todos, y hasta de una tarascada de Rico. No hay cepos antiMessi. El 10 encendió el turbo, enfiló a Herrerín y dio un pase terminal a la red, un zurdazo de autor ante el que el portero vasco se acostó tarde por su palo. Este tipo algún día será objeto de una tesis doctoral, su tratado de fútbol no tiene fin. Es un simposio en sí mismo.

Ante un Messi así no hay nada que hacer. Es único por muchas cosas, pero últimamente porque ha añadido a su infinito catálogo una innovación para la historia. Nunca el cerebro del fútbol estuvo orillado, nunca el ilustrado jugó con tal panorámica, con una visión diagonal del juego. La Pulga gestiona los partidos con el periscopio de un extremo. Inaudito. Se corre, se acelera y se frena cuando lo dicta el argentino. De nada sirvió que Balenziaga le acosara con un marcaje personal. Cuando prende mecha, Messi hace lo que le viene en gana. Cada vez que se animó a despegar fue un tormento para el Athletic, al que le caían en cascada el propio Messi, Neymar y Suárez, que parecen trillizos. Otra de las patentes del rosarino es la asistencia telescópica para el brasileño, siempre en diagonal. Todos la saben, nadie la pilla. En la final, solo un linier, que marcó un fuera de juego por una uña en un gol de Neymar. Tan misterioso es Messi que lo con él parece casual es la pura lógica.

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Fuente: El País

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