Ciudad de México.- Anoche, Oprah Winfrey pronunció el discurso más extenso y emotivo de los Globos de Oro, los galardones que entrega la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood para reconocer lo mejor del cine.
De manos de Reese Witherspoon, Oprah recibió el premio Cecil B. DeMille por su extensa trayectoria como actriz, productora y presentadora de televisión. Apenas tomó el micrófono, el silencio se hizo presente en el hotel Beverly Hilton, de Beverly Hills, California, donde resonó con fuerza un discurso contra el racismo, el machismo y el acoso sexual.
Éste es el discurso completo que pronunció Oprah:
«En 1964 yo era una niña pequeña sentada en el piso de linóleo en la casa de mi madre en Milwaukee, viendo a Anne Bancroft presentar el Oscar al Mejor Actor en la 36 entrega de los Premios de la Academia. Ella abrió el sobre y recitó cinco palabras que literalmente hicieron historia: «El ganador es Sidney Poitier».
Subió al escenario el hombre más elegante que pueda recordar. Su corbata era blanca, su piel era negra, y lo estaban celebrando. Nunca había visto que celebraran a un hombre de raza negra de esa manera. He intentado muchas, muchas veces explicar qué es lo que significaba un momento cómo ese para una niña pequeña, una niña que miraba desde un asiento barato mientras su mamá entraba por la puerta, cansada de limpiar las casas de otras personas. Pero lo único que puedo hacer es citarme y decir que la explicación a la actuación de Sidney en Lillies of the Field fue: «Amén, amén, amén, amén».
En 1982, Sidney recibió el premio Cecil B. DeMille justo aquí, en los Globos de Oro, y no es en vano que en este momento haya niñas pequeñas mirando la televisión mientras me convierto en la primer mujer de raza negra en recibir ese mismo premio. Es un honor y es un privilegio compartir esta noche con todos aquellos, con los hombres y mujeres increíbles que me han inspirado, que me han retado, que me sostuvieron y que hicieron que mi viaje hacia este escenario fuera posible. Dennis Swanson, quien se arriesgó por mí en AM Chicago. Me vio en el programa y le dijo a Steven Spielberg: «Ella es Sofía, en El Color Púrpura. Gayle (King), quien ha sido una amiga y Stedman (Graham), quien ha sido mi roca.
Quiero agradecer a la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. Sabemos que la prensa está sitiada en estos días, también que la dedicación insaciable por descubrir la verdad absoluta es lo que nos impide hacernos de la vista gorda ante la corrupción y la injusticia, ante los tiranos y las víctimas, y ante los secretos y a las mentiras. Quiero decir que ahora valoro a la prensa mucho más que nunca, cuando intentamos navegar en tiempos tan complicados; lo que me lleva a esto: lo que sé con certeza es que hablar con la verdad es la herramienta más poderosa que todos tenemos. Y me siento especialmente orgullosa e inspirada por todas las mujeres que se han sentido lo suficientemente fuertes y empoderadas para hablar y compartir sus historias personales. Cada uno de nosotros en esta sala estamos siendo celebrados por las historias que contamos, y este año nosotros nos convertimos en una de esas historias.
Pero no es sólo una historia afectando a la industria del entretenimiento. Es una que trasciende cualquier cultura, geografía, raza, religión, política o espacio de trabajo. Así que yo quiero expresar esta noche mi gratitud hacia todas las mujeres que han soportado años de abuso y asaltos porque ellas, como mi madre, han tenido hijos qué alimentar y cuentas qué pagar, y sueños qué perseguir. Ellas son mujeres de las que nunca sabremos sus nombres. Son trabajadoras domésticas y del campo. Están trabajando en fábricas y en restaurantes; igual que en la academia, la ingeniería y la ciencia. Son parte del mundo de la tecnología, la política y los negocios. Ellas son nuestras atletas en las Olimpiadas y nuestros soldados en la milicia.
Y hay otra persona, Recy Taylor, un nombre que conozco y que ustedes deberían conocer. En 1944, Recy Taylor era una esposa joven y una madre que regresaba de un servicio religioso que atendía en Abbeville, Alabama, cuando fue secuestrada por seis hombres blancos armados, quienes la violaron y la dejaron vendada de los ojos a un lado del camino de regreso a su casa. Ellos la amenazaron con matarla si le decía a alguien, pero su historia fue reportada a la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, donde una joven trabajadora con el nombre de Rosa Parks se convirtió en la principal investigadora de su caso y juntas buscaron justicia. Pero la justicia no era una opción en la era de Jim Crow. Los hombres que trataron de destruirla nunca fueron perseguidos. Recy Taylor falleció hace 10 días, apenas a unos días de su cumpleaños 98. Ella vivió como todos lo hemos hecho: muchos años en una cultura brutalmente rota por hombres poderosos. Por mucho tiempo las mujeres han sido ignoradas y no se les ha escuchado cuando se han atrevido a hablar de la verdad sobre el poder que tienen esos hombres. Pero su tiempo se acabó. Su tiempo se acabó (en referencia a la frase en inglés Time’s Up, que es además el nombre del movimiento que ha servido para crear un fondo de ayuda legal a víctimas del acoso machista).
Su tiempo se acabó. Y yo tengo la esperanza de que Recy Taylor murió sabiendo que su verdad, como la verdad de muchas otras mujeres que fueron atormentadas en estos años —y que siguen siendo atormentadas en estos días— y que sin embargo siguen adelante, como el corazón de Rosa Parks, que tantos años después encontró la fuerza para quedarse sentada en ese autobús y no ceder su asiento en Montgomery, y está en cada mujer aquí mismo que elige decir Yo también (Me too, en referencia a las mujeres que han dicho ser víctimas de acoso), y en cada hombre que elige escuchar.
En mi carrera lo que siempre he intentado hacer al máximo, ya sea en cine o televisión, es tratar de decir algo sobre cómo los hombres y las mujeres se sienten realmente. Decir cómo experimentamos vergüenza, cómo amamos, cómo nos enojamos, cómo fallamos, cómo emprendemos la retirada, cómo perseveramos y cómo, finalmente, nos superamos. He entrevistado y retratado a personas que han resistido algunas de las peores tragedias que la vida puede arrojar sobre ti, pero la única cualidad que todos tienen en común es la habilidad de mantener la esperanza en un mejor mañana, aún durante nuestras noches más oscuras. Así que quiero que todas las jóvenes que están viendo esto en este momento, ¡sepan que un nuevo día está en el horizonte! Y cuando ese nuevo día finalmente comience, será porque muchas de esas magníficas mujeres, muchas de las cuales están aquí en la sala esta noche, y algunos hombres fenomenales, están peleando duro para asegurarse de convertirse en los líderes que nos lleven al tiempo en el que nunca nadie tenga qué decir de nuevo Yo también (Me too) otra vez».
Fuente: Milenio