Rusia.- El martes pasado, vehículos de combate estadounidenses desfilaron en la ciudad estonia de Narva, y llegaron a menos de 300 metros de la frontera con Rusia. En asuntos de poder –y más si se trata de asuntos militares–, las casualidades no existen. El hecho –sucedido en el marco de la conmemoración del Día de la Independencia de Estonia– es sólo el mensaje bélico más reciente que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha enviado a Rusia, desde que el año pasado se recrudeció su rivalidad, que data de la Guerra Fría.
Los soldados del Segundo Regimiento de Caballería del Ejército de EU circularon con la bandera de su país. Cabe recordar que, en noviembre, tanques estadounidenses desfilaron también en la capital de la vecina Letonia. La diferencia ahora es que la aproximación fue extrema. En términos de la propia OTAN, podemos decir que se trata de un descarado acto de provocación.
No olvidemos, por ejemplo, que una semana antes dos jets de la Real Fuerza Aérea británica interceptaron dos bombarderos rusos Tu-95 frente a la costa sur del Reino Unido, en aguas internacionales. Horas más tarde, el secretario de la Defensa de ese país calificó a Rusia como una “amenaza real y presente”, que podría emprender campañas para desestabilizar a antiguos miembros de la Unión Soviética y a la propia alianza atlántica. Pero, si según ellos los aviones rusos son una amenaza a pesar de encontrarse en aguas internacionales, es decir, a kilómetros de espacio aéreo británico, ¿qué será entonces la OTAN para Moscú cuando exhibe sus armas y soldados a unos cuantos metros de su territorio?.
Como es obvio, la queja de Rusia ante la evidente expansión de los aliados en su vecindario está más que sustentada. Desde 2004, las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) forman parte de la alianza que encabeza Estados Unidos. No por nada el presidente ruso Vladimir Putin teme que Ucrania, con quien se encuentra en disputa, se integre a los actuales 28 países miembros.
En respuesta al desafío del martes, Moscú ordenó maniobras militares con 2,000 efectivos y 500 unidades de vehículos y armas en Pskov, muy cerca de la frontera común entre Rusia, Estonia y Lituania. Estos ejercicios durarán hasta mañana sábado, y según informes, se practicará la invasión y destrucción de un aeropuerto enemigo, así como acciones para la defensa de la frontera.
Como podrá darse cuenta, ambos bandos están retándose y enseñando los dientes, antecedente de lo que podría convertirse en un conflicto de grandes dimensiones. El problema de fondo es que tanto la OTAN como Rusia pecan de soberbia. El que ambos estén tan envalentonados nos habla de que están autoconvencidos de la propia superioridad que tienen sobre el otro. Sin embargo, el que más podría dar la sorpresa es Moscú.
Fuente: Forbes.com