Anna Pavlovna Pavlova (1881- 1931). Una de la más grandes bailarinas de todos los tiempos. Inspiró a toda una generación y extendió su amor hacia el ballet por todo el mundo.
Anna nació en San Petersburgo, en 1881. Aunque siempre declaró que su padre murió cuando ella tenía dos años de edad, es posible que fuese hija ilegítima. Los biógrafos especulan que su padre pudo ser el banquero Lázar Polyakov, lo que explicaría su deseo de no hablar mucho de su herencia paterna. Fue una representación de la Bella Durmiente a la que asistió con su madre cuando tenía 8 años lo que hizo despertar por completo su decisión de dedicarse de lleno al baile. Fue rechazada de la Escuela del Ballet Imperial por no tener suficiente edad. Pero dos años más tarde fue admitida y estuvo allí hasta los dieciséis.
Inició sus estudios en 1891, en la Escuela de Ballet del Teatro Marinsky de San Petersburgo con Pavel Gerdt, Christian Johansson y Eugenia Sokolova. Debutó en la compañía el 1 de julio de 1899 con La Virgen Vestal.
Fue partidaria de las reformas introducidas por Fokine, y aspiraba a una interpretación de la música en sus bailes. Solía interpretar bailes adaptados especialmente a ella, que expresaban estados de ánimo, simbolizaban épocas o caracterizaban flores o criaturas: Hojas de otoño, Navidades, Impresiones orientales, El dragón.
En 1909 recorrió Europa con los ballets de Serguéi Diáguilev y dos años más tarde formó su propia compañía. Unió sus aptitudes coreográficas y grandes dotes de actriz. Aportó muchas innovaciones creadoras. Sobresalió esencialmente en la interpretación de los ballets románticos. En 1919, durante una gira por México, Pavlova fue una de las primeras bailarinas clásicas en ejecutar el Jarabe Tapatío, vestida con la indumentaria de china poblana.
Pavlova cambió para siempre el ideal de las bailarinas. En los años 1890, se esperaba de las bailarinas del Teatro Mariinski que fueran técnicamente fuertes, y esto significaba, normalmente, tener un cuerpo poderoso, musculoso y compacto. Pávlova era delgada, de apariencia delicada y etérea, perfecta para los papeles románticos como Giselle.
Sus pies eran extremadamente arqueados, tanto es así que reforzó sus zapatillas pointe agregando un pedazo de cuero duro en las suelas para soportar y aplanar el cuerpo del zapato. En ese tiempo, muchos se dieron cuenta de sus ideas y lo consideraron una de las creaciones más ingeniosas para ocultar la plataforma del boxy. Pues éste se convertiría en el zapato pointe moderno, mientras que el empleo de la técnica en pointes funcionó menos dolorosamente y más fácilmente para el pie arqueado.
Su número más famoso fue La muerte del cisne, coreografiado para ella por Michel Fokine, y música de «Le Cygne» del Carnaval de los animales (1887) del compositor francés, Camille Saint-Saëns. Otras interpretaciones en las que destacó fueron El lago de los cisnes, Giselle, Las Sílfides y Coppélia.
Durante cinco años recorrió toda América; al finalizar la guerra regresó a Europa y comenzó a realizar giras por todo el mundo. La compañía se mantuvo durante quince años, durante los cuales se cuentan más de 4.000 representaciones por todos los continentes. Estos espectáculos estuvieron organizados por el empresario Victor D’André, descrito a menudo como su marido, aunque no se ha encontrado un certificado que lo demuestre.
Durante una permanencia en Cannes, Anna decidió marchar a París para encontrarse posteriormente con su compañero en La Haya. El tren que tomó sufrió un accidente. Anna bajó de su vagón para ver qué sucedía y cogió un fuerte resfriado. A partir de entonces y hasta su destino en La Haya, Anna ya no se recuperó. Una infección pulmonar la fue debilitando hasta la muerte. Estaba a punto de subir de nuevo a los escenarios cuando Anna Pavlova falleció de pleuresía el 23 de enero de 1931. Al día siguiente debía representar de nuevo La muerte del cisne.
Pavlova en México
En 1919, Anna Pavlova visita México y ofrece una serie de funciones cuando el país intentaba salir de los años caóticos de la revolución. El crítico e investigador Alberto Dallal reseña que “para que nada desagradable ocurriera”, el entonces presidente Venustiano Carranza ordenó que doscientos soldados permanecieran apostados en el techo de los vagones del ferrocarril que se designó para transportar a la compañía a la Ciudad de México desde el Puerto de Veracruz.
El 16 de febrero de 1919, Anna Pavlova bailó ante más de 16,000 personas que abarrotaron el Toreo de la Condesa. Según sus posibilidades, habían pagado entradas de tres pesos en sombra, cuatro en luneta y 75 centavos en sol, para embelesarse, en función de matiné, ante la belleza y talento de una de las figuras más legendarias de la historia de la danza en el mundo.
Pavlova a México le regaló La fantasía mexicana, obra que causó gran impacto y que fue considerada como una dignificación del arte popular mexicano.
La rusa apareció en el escenario de la Plaza de Toros, ante 30,000 espectadores, ataviada con el traje de china poblana y acompañada por el bailarín Alexandre Volinine vestido de charro. Eva Pérez, considerada la mejor bailarina folclórica de la época, le enseñó a Anna Pavlova a bailar jarabe tapatío, pero la rusa lo hizo a su manera: en puntas.
Con knformacion de Biografías y Vidas, Juan David Latorre y WikiMéxi