México. – Paseo de la Reforma se convirtió ayer en un camino al Mictlán chilango, con dirección al inframundo de los mexicas, y un fantástico alebrije xoloitzcuintle de tonos azules y rosas, de unos tres metros de altura brincaba y movía la cabeza con elegancia, mostrando el camino para que las almas viajeras llegaran a su última morada.
Miles de personas se reunieron para admirar el esplendor de una de las costumbres más arraigadas en México, donde se entrelazan ofrendas, catrinas, flores de cempasúchil, sahumerios y calaveritas. Todos esos elementos junto con mil voluntarios, construyeron la cuarta edición del Desfile Internacional del Día de Muertos.
La procesión partió del Zócalo capitalino frente a Palacio Nacional, donde los funcionarios y embajadores de distintos países cortaron un singular listón hecho de flores de cempasúchil y papel picado de colores.
Allí estaba Paola Félix, titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX, Dunia Ludlow, autoridad del Centro Histórico y los diputados locales Carlos Castillo, de Morena y Patricia Báez, del PAN; el diputado federal de Morena, Sergio Mayer, el embajador de Estados Unidos, Christopher Landau, y representes de países invitados como Venezuela, Rusia, Qatar, Kazajistán y Reino Unido.
El primer carro alegórico fue el de la majestuosa catrina de cuatro metros de altura, adornada con flores de cempasúchil. De pronto apareció el carro alegórico del señor del inframundo y las sobras, Mictlantecuhtli, cuya cabeza parecía la de una iguana gigante, con una larga lengua, sentado en un trono sobre un tapete de flores. El señor del Mictlán llegó escoltado por danzantes con penachos, con un sahumerio para limpiar las malas energías y otros tocado caracoles para invocar a los cuatro dioses creadores: Quetzalcóatl, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli y Xipetótec.
Momentos después desfilaron las catrinas, elegantísimas con sus vestidos de gala, guantes y sombrero, como aquella que pintó Diego Rivera, inspirado en la Calavera Garbancera, creada por José Guadalupe Posada. Después llegaron las adelitas calaveras, acompañadas por sus “juanes”, seguidos por las tehuanas y después por cientos de bailarines ataviados como mariposas monarca, que generaron una gran sorpresa entre los asistentes.
Anabel Cantú fue la directora artística y de coreografía del evento, quien lanzó una convocatoria e hizo una audición para seleccionar a los mil participantes. Y entre los dos millones 600 mil asistentes –de acuerdo con la Secretaría de Seguridad Ciudadana– hubo muchas catrinas, niños con trajes de calaverita y señores con rostro de catrines, participando en una celebración que iniciaron nuestros antepasados mexicas.
Miles de personas disfrutaron el paso de Mictlantecuhtli, dios del inframundo, sentado en un trono colocado en una alfombra de cempasúchiles y escoltado por danzantes con penachos; desde el Zócalo hasta Paseo de la Reforma, capitalinos y turistas acompañaron a las catrinas, que mostraron sus mejores galas para la cita con la muerte y estuvieron acompañadas por catrines.
Con información de Excélsior.