Washington DC, EU.- Punto final para la campaña electoral más atípica y electrizante que muchos recuerden en los Estados Unidos, con agresiones, insultos, videos sexuales, acusaciones del FBI y dramáticos cambios de tendencias hasta último momento. El país vota mañana al sucesor de Barack Obama en unos comicios históricos no solo por las características de la contienda sino también por los candidatos: el próximo presidente será la primera mujer que ocupe la Casa Blanca o el primer hombre que llegue sin haber tenido jamás un cargo público.
El país aparece dividido como nunca entre los dos favoritos, la demócrata Hillary Clinton y el multimillonario republicano Donald Trump, que tienen también una inédita imagen negativa. Ella alcanza 60% y él incluso ronda 70% de impopularidad, por lo que muchos han decidido votar por “el menos malo”. Los democrátas auguran el apocalipsis si gana el magnate, mientras que los republicanos advierten que la “corrupta” Hillary llevará sus negocios a la Casa Blanca, informa Paula Lugones, del diario chileno El Clarín.
Así, en medio de una guerra electoral que ha puesto en tensión a millones de estadounidenses, las encuestas vaticinan un dramático conteo final, donde cada voto será analizado con lupa, sobre todo ante la advertencia de Trump, que denunció hace semanas la posibilidad de un fraude y que él no aceptaría una derrota, lo que abriría la puerta a un gran enjambre judicial que podría extenderse por meses.
Los últimos sondeos están reñidos, aunque hay una luz de esperanza para Hillary. En el promedio de encuestas realizado por el sitio RealClearPolitics, la exsecretaria de Estado lleva una ventaja de 2,9% en el voto general. Aunque está dentro del margen de error, ella parece haber recuperado a último momento algo de aliento. Seguramente se vio beneficiada por la decisión del domingo del director del FBI, James Comey, que reafirmó que la candidata no había cometido ningún delito con el uso de su servidor privado en lugar del oficial para enviar mails cuando era secretaria de Estado.
Diez días antes la agencia federal de investigación había reabierto la investigación por unos nuevos correos electrónicos que había encontrado sin decir si eran significativos o no, y esto provocó que Trump subiera casi 12 puntos en pocos días, con lo que la carrera se había emparejado. El alivio llegó a la campaña demócrata horas antes de la crucial elección.
Pero es importante observar qué sucede en los estados clave, que suelen definir la elección porque votan alternativamente por republicanos o demócratas. La carrera está muy peleada en Florida, Ohio, Carolina del Norte y también se suma ahora Pennsylvania, donde Hillary estaba mejor posicionada pero pierde terreno. Trump debería ganar en varios de esos estados para tener chances. Hillary está levemente más cómoda.
Pero siempre está el gran peligro del voto oculto o vergonzante. En una elección tan polarizada, no hay que descartar que los estadounidenses no expresen realmente a los encuestadores que van a votar a un candidato como Trump, que ha hecho declaraciones racistas y xenófobas y ha maltratado mujeres.
Un dato a tener en cuenta: una encuestadora que trabaja para Los Angeles Times, que hace otro tipo de preguntas más generales para detectar la tendencia de voto, y donde el encuestado no debe decir directamente por quién va a votar, le da a Trump 5% de ventaja, al revés de la tendencia.
Por eso los dos candidatos agotaron ayer sus fuerzas en maratónicas giras en estados clave. Hillary buscó un mensaje pacificador:
“Tengo mucho trabajo para unificar al país. Realmente quiero ser la presidenta de todos, de las personas que votaron por mí y de las personas que han votado contra mí”, dijo.
Y agregó que los estadounidenses deberán elegir entre “la división o la unidad, entre un liderazgo firme y fuerte o una bala perdida”.
Trump, en cambio, dijo que un triunfo suyo representará un golpe letal a lo que llamó el “establishment corrupto de Washington”.
“Clinton es protegida por un sistema totalmente tramposo. Y ahora los estadounidenses harán justicia en las urnas”, expresó.
Trump es un outsider de la política y de hecho jamás ha ocupado algún cargo público, un hecho inédito en la carrera electoral. Busca seducir a sus votantes con la idea de un “cambio” en el statu quo de Washington y ha conectado muy bien con el electorado masculino blanco, sobre todo en el “Rust Belt”, es decir los estados industriales del norte, cuyos votantes no ven mejoras en su calidad de vida.
Hillary, en cambio, sintoniza mejor con las minorías latinas y afroamericanas y también con las mujeres, que conforman 53% del padrón electoral. De ser elegida, romperá un gran techo de cristal al convertirse en la primera mujer presidenta de la historia de los Estados Unidos, quien sucedería al primer ciudadano negro que lo ha conseguido. Los votantes más conservadores de la América Profunda decidirán si están tan abiertos a aceptar tantos cambios.