MUNDO.- Esgrimiendo pruebas científicas, millones de ciudadanos se manifestaron este año en el mundo para exigir a sus dirigentes que actúen contra el cambio climático.
Greta Thunberg, una adolescente sueca desconocida hace un año, se convirtió a sus 16 años en el rostro de una juventud furiosa. Con su huelga escolar, sacó a los estudiantes de las aulas para unirlos detrás de una misma causa. Su nombre sonó para el Premio Nobel de la Paz y fue elegida personalidad del año por la revista Time.
Su grito se propagó al tiempo que Extinction Rebellion, un movimiento de desobediencia civil no violento nacido en Reino Unido, se extendió en decenas de ciudades.
A finales de noviembre, con motivo del Black Friday y la COP25 en Madrid, los activistas bloquearon minas de carbón en Alemania o almacenes de Amazon en Francia.
Esta movilización se desató a raíz de la publicación, a finales de 2018, del informe del IPCC, el grupo de expertos sobre el cambio climático de la ONU, sobre cómo será el mundo con un calentamiento de +1.5 ºC frente a +2 ºC.
“Los científicos mostraron que cada medio grado cuenta”, afirma Amy Dahan, historiadora de ciencias y especialista en cambio climático del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia.
El Informe +1,5 ºC, como se le conoce ahora, también fue capital para Caroline Merner, una ecologista de 24 años. “Nos dio una línea de tiempo muy clara: nos quedan 12 años para actuar”, aseguró esta canadiense, integrante del movimiento Youth4Climate.
Para Merner, ya no es posible aceptar la brecha entre las promesas políticas y las acciones concretas.
El resultado de la presión
Este año, el IPCC dio nuevos motivos para alarmarse, con sendos informes dedicados a la tierra y a los océanos. El grupo de expertos de la ONU sobre la biodiversidad, el IPBES, advirtió sobre la vertiginosa degradación de las poblaciones de especies.
Al mismo tiempo, los fenómenos climáticos extremos se multiplicaron, desde el ciclón Idai en Mozambique al tifón Hagibis en Japón, pasando por una canícula récord en Europa, sequías en América Central e incendios en Australia, California y la Amazonia brasileña. Venecia se inundó e Indonesia tiene previsto desplazar su capital debido a la subida de las aguas.
2019 se anuncia como uno de los años más cálidos jamás registrados, después de que los últimos cuatro ya marcaron ese récord.
La presión de la calle y también de las urnas, con el avance de los ecologistas por ejemplo en el Parlamento Europeo, está llevando a los gobiernos a actuar. París y Londres declararon la emergencia ecológica y climática.
Durante una cumbre sobre el clima de la ONU en septiembre, marcada por grandes manifestaciones, 66 Estados se comprometieron a la neutralidad carbono de aquí a 2050, pero Estados Unidos confirmó su salida del Acuerdo de París.
A pesar de la creciente movilización, la COP25, celebrada a principios de diciembre, desembocó en un acuerdo de mínimos.
La movilización fue masiva en Estados Unidos, Australia y Europa, pero más modesta en Asia, África y América Latina.
Pero no por ello estas poblaciones permanecen inactivas, según Alfredo Jornet, profesor de la Universidad de Oslo, citando como ejemplo a los pueblos autóctonos de la Amazonia que se movilizan desde hace tiempo contra el calentamiento.
“Quien tiene dinero y privilegios, puede permitirse preocuparse por el clima”, opina Melina Sakiyama, activista brasileña, resumiendo un sentimiento que encuentra eco en las clases populares, obligadas a centrarse en el presente.
En 2020, además de la importante COP26 en Glasgow a finales de 2020, en el plano institucional, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza celebrará su congreso mundial en junio en Francia, antes de una cumbre sobre la biodiversidad en China en octubre.ç
“2020 será el año de la acción”, afirmó Greta Thunberg.
Con información de Excelsior