Morelia, Michoacán.- Y la rechifla invadió el espacio. Apenas apareció el comisionado Alfredo Castillo Cervantes con un séquito de la Policía Federal, los silbidos surgieron a granel de entre los espectadores que desde hacía rato presenciaban el desfile cívico-militar para honrar la memoria del Generalísimo Morelos. Era la respuesta viva del hartazgo de la gente. En la acera de la avenida Madero, afuera de Palacio de Gobierno, Castillo Cervantes se abrió paso con sus acompañantes sin descuidar esmerados saludos con la diestra. Unos cuantos respondieron con aplausos, mientras la mayoría contestaba con chiflidos y abucheos, además por llegar tarde a la cita.
Presuroso, el comisionado, que llegó hace ocho meses a comandar la estrategia para “rescatar a Michoacán”, entró al antiguo Seminario Tridentino, hoy sede del Poder Ejecutivo. Subió por las añosas escaleras de cantera, donde Zalce dejó en los murales su marca imborrable del Michoacán al que aspiran sus habitantes y que aún no se ve. Alfredo Castillo entró al salón de Recepciones y sin dilación se acomodó junto al gobernador Salvador Jara, que aplaudía desde el balcón central el paso de los contingentes. Junto al mandatario se encontraba el presidente de la Cámara de Diputados Federal, Silvano Aureoles Conejo, que recibía aplausos de la gente congregada en la antigua Calle Real. Apenas salió Castillo al balcón y arreció la rechifla. La demora había sido sancionada por un pueblo cansado de esperar los cambios y que ya no perdona tardanzas de ninguna índole.