El éxodo poblacional que provocó el miedo de la gente por el terremoto de 1931 orilló a representantes de la sociedad civil, de la cultura y el arte a reforzar la identidad mediante el festejo de la Guelaguetza.
Oaxaca de Juárez. – Fernando Rosales, miembro del Comité de Autenticidad de la Guelaguetza, narra que después del sismo de 7.8 grados Richter, que sacudió al estado de Oaxaca el 7 de enero de 1931, las constantes réplicas llenaron a la población de miedo e incertidumbre. La gente comenzó a vender sus casas y terrenos para buscar otra entidad donde vivir. Para detener este fenómeno, representantes de la sociedad civil, de la cultura y el arte, planearon un homenaje a la cultura oaxaqueña, que reforzara la identidad.
Al principio, la fiesta consistió en concursos de trajes regionales, de cancioneros, flores silvestres, adornos y de frutas, entre otras actividades. Con el paso del tiempo, las actividades se nutrieron y complementaron hasta formar la fiesta de los Lunes del Cerro o Guelaguetza, palabra que en zapoteco significa compartir.
Fue en la década de los 50 cuando se incorporó propiamente la Guelaguetza, como un espectáculo de danzas regionales, que poco a poco se convirtió en la atracción principal que es hoy en día.
En la actualidad, durante el primer Lunes del Cerro, representantes de las ocho regiones de Oaxaca muestran sus tradiciones y su colorido a los asistentes al Auditorio Guelaguetza.
Al abandonar el escenario, cada comunidad reparte su guelaguetza, una despensa conformada por pan de yema, manzanas, bebidas tradicionales, canastas, sombreros, dulces y hasta piñas, que son lanzadas al público.
Durante esta edición de la gran fiesta oaxaqueña que congrega además de los dos Lunes del Cerro, 23 y 30 de julio, habrá actividades durante las dos semanas como: las ferias del mole, el mezcal y de artesanías.
Se espera la llegada de 114 mil visitantes y una derrama económica de más de 300 millones de pesos.
Con información de El Universal.