Barcelona, España.- En un día como hoy, pero en 1957, la Unión Europea nació con el Tratado de Roma, un acuerdo fundacional entre naciones revolucionario que unió al viejo continente como nunca antes y unificó las economías de sus países para constituir una superpotencia mundial.
El proceso de integración europea hoy cumple 60 años. Pero su máximo exponente, la Unión Europea (UE), está lejos de su mejor forma. Se acerca a las puertas de la vejez, cansada y llena de achaques. Comienza a padecer los embates del paso del tiempo. Y por si esto fuera poco, está a punto de iniciar el divorcio de uno de sus grandes amores. Ha vivido, sin duda, épocas mejores.
El club europeo integrado, de momento, por 28 países llega a su sexagésimo aniversario en medio de la peor crisis de su historia. Con Reino Unido iniciando el Brexit (el próximo 29 de marzo activará formalmente el proceso de salida); con la amenaza terrorista dentro de casa; con un fracaso monumental en su política de refugiados; y con los partidos euroescépticos y la extrema derecha cosechando sus mayores éxitos electorales desde 1945, informa en este resumen conemorativo Patricia Godoy, de Excélsior.
Frente a este diagnóstico, ¿tiene hoy la UE algo que celebrar? ¿Tienen, sus 500 millones de habitantes, algo de lo que estar orgullosos? “Pese a la crisis y a sus errores, la Unión Europea es más necesaria que nunca en este mundo globalizado”, expone a Excélsior Eliseo Oliveras, periodista especializado en asuntos europeos. “Volver al estado nación –argumenta– dejaría indefensos y sin fuerza a los gobiernos frente a las grandes potencias y al inmenso poder de las multinacionales y el sector financiero”.
Evitar una guerra
Carbón y acero. Sin estas dos palabras sería imposible entender el origen de la Unión Europea. Los primeros pasos para su creación se dieron en 1951 con la fundación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) que buscaba colocar bajo el control de una entidad supranacional a dos sectores industriales esenciales para la producción de armamento.
La CECA, integrada sólo por Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, tenía como objetivo hacer la guerra “no solamente impensable, sino materialmente imposible”, tal como lo justificó el entonces ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, al presentar el plan.
Años después, el 25 de marzo de 1957, se firma el Tratado de Roma, el acuerdo fundacional de lo que hoy conocemos como Unión Europea, y que antes fue la Comunidad Económica Europea (CEE). Un tratado que en su día fue considerado revolucionario y que permitió crear una moneda común y, sobre todo, superar la división del Viejo Continente.
La integración europea ha aportado a sus estados miembros el periodo continuado más largo de paz y prosperidad de su historia”, explica Oliveras, periodista español y corresponsal en Bruselas por más de dos décadas.
Desapego ciudadano
Pero si en un inicio la paz y la prosperidad eran valores que hacían incuestionable la utilidad de esta gran unión política, económica y monetaria en Europa, las cosas hoy han cambiado y mucho. Las encuestas reflejan que solo el 35% de los ciudadanos considera positiva a la UE y 54% considera que su opinión no cuenta en la UE, esto según datos oficiales del último eurobarómetro de la Comisión Europea.
El distanciamiento y el desapego de los ciudadanos hacía las elites europeas se debe, según Eliseo Oliveras, a que en los últimos años varias capas de la sociedad “han visto como sus condiciones de vida han empeorado” a consecuencia de que “la desigualdad, el desempleo y la precariedad” han aumentado en casi todos los países.
El director del think tank europeo Consejo de Relaciones Exteriores, Mark Leonard, opina que la UE nació como un proyecto que encarnaba “los valores de la Ilustración: la razón, el liberalismo, la democracia representativa”, sin embargo hoy, sesenta años después, –añade– para muchos se ha convertido en todo lo contrario: “En lugar de exportar sus valores, importamos caos. En lugar de una comunidad de destino, vemos un fracaso de la solidaridad, un continente dividido. La UE se encoge en lugar de ampliarse”.
Moneda única
Pese a los críticos y detractores, el euro es el logro más tangible. Empezó a circular el 1 de enero de 2002 y su creación surgió del Tratado de Maastricht de 1992 que significó la creación de la unión económica y monetaria y el salto político más importante dado hasta entonces. Hoy, 19 países de los 28 miembros, con un total de 338 millones de ciudadanos, han dejado atrás sus monedas nacionales y comparten moneda única: el euro.
Espacio libre de circulación
Muchas veces cuestionado, el espacio de libre circulación Schengen ha derribado las fronteras físicas. Nació de un pacto entre 5 de los 6 países fundadores en 1985, que sucesivamente se fue ampliando hasta implicar a 26 países, 22 de la UE —salvo Bulgaria, Rumanía, Reino Unido, Irlanda, Croacia y Chipre–. Gracias a Schengen, los ciudadanos pueden circular libremente sin tener que mostrar su identificación en cada una de las diferentes fronteras internas.
Aparte de la comodidad personal de los viajeros, la zona Schengen también representa una valiosa contribución al crecimiento económico y facilita el traslado diario de trabajadores que se desplazan entre los países vecinos de la UE”, valora Péter Balázs, profesor de la Universidad Central Europea de Budapest.
Estado de bienestar
Especialistas en asuntos europeos coinciden en que otro de los logros a destacar es la serie de normas de protección del medio ambiente, de seguridad alimentaria, de derechos para los consumidores… En 60 años, se han sentado las bases de un estado de bienestar que pocos países en el mundo tienen, incluida una política agrícola común y otra de cohesión que han ayudado a mantener el desarrollo de muchas regiones.
Brexit inesperado
El último y, quizá, el más grave es el inicio de las negociaciones de salida del Reino Unido, un acontecimiento inesperado que proyectó sombras sobre el futuro del club y deja al descubierto sus grietas. Hasta hace bien poco la tendencia había sido sumar y sumar pero la decisión votada en referéndum por los británicos ha obligado a los líderes europeos a replantearse su futuro en común. “La UE está en una encrucijada. La salida de Reino Unido es un síntoma de que el proyecto europeo no va bien”, resume para Excélsior Eliseo Oliveras.
Crisis económica
Grandes dosis de austeridad y aplicar una política de ajustes. Esa fue la receta de la UE a los países de la Eurozona que se vieron afectados por la grave crisis económico que estalló en 2008 –tras la crisis hipotecaría de Estados Unidos y la quiebra de Lehman Brothers–. Esta situación “que golpeó de un modo asimétrico a estados y ciudadanos”, según Mark Leonard, llevó a cinco países europeos a solicitar el rescate: Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre y España. Muchos de ellos aún hoy intentan sobreponerse a las graves consecuencias del desastre político y social que supuso la crisis.
Refugiados, valla y muros
La pésima gestión de la llegada masiva de refugiados provenientes de Siria y del norte de África ha sido uno de los grandes tropiezos de la Unión Europea y ha puesto en entredicho su propio sistema de valores sociales, una de las banderas de la UE.
En 2016, las peticiones de asilo en la UE superaron el millón. Frente a esta crisis humanitaria, muchos gobiernos se vieron desbordados pero pocos han cumplido con los compromisos asumidos para resolver la situación que países como Grecia e Italia, que son puerta de entrada para miles de refugiados, han tenido que enfrentar. Incluso, algunos, como Hungría, no solo se han negado a recibir refugiados sino que han construido muros y vallas para cerrar sus fronteras. Se estima que en 2016 más de 5 mil personas perdieron la vida al intentar cruzar el Mediterráneo y otros cientos de miles malviven en campos de refugiados.




