MÉXICO.- Bajo lluvia intensa, los cuerpos de los sacerdotes jesuitas regresaron a la iglesia de Cerocahui en donde fueron asesinados el lunes pasado.
“Cuándo íbamos llegando, le dije a mi esposo que el cielo estaba llorando”, dijo Silvia Luz Blanco Jiménez, amiga del padre Gallo.
A las 9 y media de la mañana del domingo, tras la misa de cuerpo presente en Creel, el cortejo fúnebre partió hacia Cerocahui, ubicado a 110 kilómetros al suroeste de Creel, en un camino sinuoso y en malas condiciones.
En las comunidades que cruza la carretera Creel- Cerocahui, pobladores salieron a decirle adiós al padre Gallo y al padre Morita.
En San Rafael, la comunidad rarámuri bailó y acompañó las carrozas por casi una hora.
Faltando 6 kilómetros para llegar a Cerocahui, en el sitio conocido como La Virgen, los feligreses se sumaron al cortejo fúnebre caminando lentamente al lado de las carrozas.
Poco antes de las 4 de la tarde, al llegar al arco de piedra de entrada al poblado de Cerocahui, la llovizna se convirtió en un aguacero que se prolongó por más de una hora.
Metros adelante, se formó una pequeña cascada al paso del cortejo.
Sacerdotes, religiosas e integrantes de la comunidad rarámuri no se separaron del cortejo a pesar de la lluvia intensa.
Al llegar a la Iglesia de Cerocahui, completamente mojadas, por lo menos 14 mujeres cargaron uno de los dos féretros y el otro fue cargado por los hombres del pueblo, para realizar una misa de cuerpo presente.
Silvia y Gelacio fueron amigos del padre Gallo durante 40 años, ella asegura que el padre sabía cómo manejar situaciones de riesgo.
“Aquí nos casamos, con el padre Javier y el padre Morita tenemos una relación de amistad, yo, conociendo a los sacerdotes, sé que siempre se trató de mediar para el bien”, señaló Silvia Luz Blanco Jiménez, amiga del padre Gallo.
Este lunes al medio día se celebrará la última misa de cuerpo presente en Cerocahui para después despedir a los padres quienes durante casi cinco décadas realizaron todo tipo de actividades pastorales y de ayuda a la comunidad rarámuri y tarahumara.
Ambos sacerdotes serán sepultados en el atrio de la iglesia en donde trabajaron casi 50 años.
“Toda su vida estuvieron dedicados a estas tierras y lo que ellos querían, era quedarse en estas tierras”, concluyó Gelacio Jiménez, amigo del padre Gallo.
Con información de N+ / Francisco Santa Anna