Ciudad de México.- Quienes están solos en estas fechas, fiestas de fin de año, se sienten todavía más solitarios. La soledad ya es considerada un problema de salud pública en algunos países.
En Reino Unido, por ejemplo, nadie es inmune a padecer soledad. Ricos, pobres, adultos mayores o adolescentes pueden experimentar lo mismo. Se estima que en esta nación de casi 70 millones de habitantes, hay por lo menos 10 millones de personas que se llegan a sentir solos. Es el equivalente a la población entera de Londres.
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El gobierno quiere intervenir en este problema. De hecho, a principios de 2018 se anunció la creación del Ministerio de la Soledad. A meses de la institucionalización de esta nueva posición, se lanzó la primera estrategia contra la soledad que consiste en que los médicos generales del sistema nacional de salud podrán, hacia el 2023, referir a sus pacientes a diferentes actividades sociales como grupos de caminata, baile o cocina. Todo ello en lugar de prescribirles medicamento.
Esta soledad ha sido descrita como una epidemia de la vida moderna en la que hay carencia de conexión física con otras personas. El término en inglés que describe este aislamiento, «loneliness», ni siquiera existía antes del año 1800 cuando era común esa sensación de pertenencia.
El neurocientífico Eduardo Calixto considera que esta situación se debe a que el cerebro no está hecho para vivir solo.
«Necesitamos de los demás, incluso hasta para intercambiar una palabra o una desavenencia. Este hecho hace que el cerebro se sienta útil. Somos gregarios y al perder este proceso, cambia la neuroquímica cerebral», señala el especialista.
Una de las hormonas fundamentales en este proceso es la oxítocina que genera la percepción de la pertenencia a algo, alguien o un grupo social.
«Entre más nos tocamos, nos saludamos o nos abrazamos, disminuye la ansiedad así como el miedo y la tristeza», señala Eduardo Calixto. «Cuando el cerebro se descontrola, comienza a solicitar la hormona a través de nuestra conducta social».
Las personas se sienten solas y aumenta su necesidad de pertenecer. «Esto es fundamental porque, si bien los seres humanos somos los únicos que comprendemos la transitoriedad de la vida, también sabemos que vamos a morir y nuestra especie es capaz de aislarse voluntariamente», explica Calixto.
Estamos en una época en la que es importante el contacto físico, presencial y el intercambio de palabras. Es decir, la oxítocina genera el sentido de utilidad.
La soledad llega a enfermar. Procesos como la depresión, la hipertensión arterial, la diabetes y otros padecimientos tienen una comorbilidad que incremente la dificultad en el tratamiento.
«Una persona que está en soledad vive aproximadamente 9.7 años menos que quienes viven en pareja. Por salud, nos convendría vivir con alguien, siempre y cuando la pasemos bien. La compañía y la soledad influyen en la salud física y mental», explica Calixto.
«No todas las personas tienen la capacidad para relacionarse con facilidad. Hay que buscar a aquellas que son afines para establecer los vínculos», precisa el especialista.
Se requiere establecer puntos de conexión. A veces, solo es necesario poner en marcha compartir una sonrisa o un abrazo.
Con información de Noticieros Televisa.