‘Me sentía expuesta a un nivel que no pensé’: testimonio de sexting

MÉXICO.- Su nombre es un acrónimo de «sex» o sexo y «texting» o escribir mensajes.

 

Sexting, esa práctica que consiste en enviar mensajes, fotos o videos de contenido erótico y sexual personal a través del teléfono celular o algún otro medio electrónico.

El sexting o sexteo es una práctica común entre los jóvenes, de hecho uno de cada cuatro menores de 18 años ha enviado o recibido algún mensaje de texto o imagen con contenido sexual explícito.

De acuerdo con un estudio realizado por Jama Pediatrics, el sexting ha aumentado en los últimos años, principalmente en la población de entre 11 y 18 años.

El estudio detalla que 1 de cada 7 menores de 18 años practicó sexting enviando material sexual y 1 de cada 4 recibiendolo.

Además señala este análisis, la prevalencia de la distribución de este tipo de mensajes o sexts sin la autorización de quien lo envió es del 12.5 por ciento, es decir uno de cada ocho jóvenes aseguraron que se les envió un mensaje sin el consentimiento del remitente y/o el destinatario.

De acuerdo con la UNAM, México es uno de los países latinoamericanos en los que más se ejercen estas actividades, y aunque el sexting aún es clandestino, cada vez es más frecuente mandar fotos, videos o textos con contenido erótico.

Paulina, hoy de 18 años, habló sobre las consecuencias de sexting en entrevista con Paola Rojas.

Cuando ella tenía 13 años compartió fotos íntimas con una «persona de confianza». Años después, sus imágenes fueron publicadas en una página de prostitución.

«Yo conocía a esa persona desde hace mucho tiempo, mandé fotos en ropa interior. Pensé que no iba a pensar nada, confié en esta persona y hasta compartió fotos también conmigo. Según yo teníamos un canal de confianza, un lugar seguro para mí».

«En un principio dudé y hasta dije ‘no voy a mandar mi cara en ninguna de las fotos por si pasa algo’. Es como esa duda de hacer algo que no debería estar haciendo. La adrenalina también fue algo importante en ese momento», enfatizó.

Claudia Winckelmann, directora de Salud Mental de «TÜMU», dijo que esta práctica comienza cuando el «agresor» incita a otra persona a enviar fotos íntimas y siembra confianza al compartir primero sus propias imágenes.

«Tres años después, cuando yo estaba en primero de prepa, me empezaron a mandar mensajes personas que yo conocía para nada, escribiéndome como si yo fuera sexoservidora, preguntando por mis servicios y ya fue en ese momento que mis fotos junto con mi información privada, mi teléfono, el nombre de mi escuela, estaban publicados en Facebook ofreciéndome como si vendiera este servicio».

Paulina asegura que lo primero que hizo fue contarle a su mamá; «avisa a las autoridades escolares».

«De ahí lo único que sigue por parte de los dos es un apoyo inmenso. Me aconsejan ir a levantar una denuncia al MP. Lo hice. Involucramos a Policía Cibernética, bajaron las fotos y pues fue un año muy duro. Tenía miedo de salir a la calle y que la gente me dijera ‘¿tú eres la de las fotos?’ Me daba pavor».

La joven asegura que con su testimonio, busca que esto no le ocurra a otros adolescentes.

«Quería que la tierra me tragara. Me sentía expuesta a un nivel que no pensé que podía sentirme de esa manera. Al final decidí soltar, que no me podía afectar. Fui a terapia y de ahí para adelante. Agradezco a mis amigos, las autoridades escolares me apoyaron, no me juzgaron ni me criticaron. Es lo peor y si con mi testimonio puedo ayudar a que no pase más con gusto lo comparto».

Para quienes pasan por una situación así afirma que no vale la pena.

«Me sentí como si estuviera desnuda en la calle. Imagínense que cuando lo manden y si llegan a compartir sus fotos no van a tener privacidad. No vale la pena por la curiosidad o por ser popular. No vale la pena compartir algo tan íntimo por un momento de diversión», agregó.

Ante casos similares al de Paulina, la directora de TÜMU habló sobre las herramientas con las que acompañan a estas víctimas.

«Lo importante aquí es cómo hacer para que nuestros nuestros hijos no pongan su autoestima en cuántos likes tiene, cuántos followers tienen o que no se sientan vistos porque no postean alguna imagen o algún comentario. Tenemos que insistir como padres en trabajar con la autoestima».

Agregó que se debe trabajar en dos frentes: prevenir para que no siga sucediendo y, en caso de que ya suceda, «ver cómo le puedes dar la vuelta», como ocurrió con Paulina.

«Como padres nos toca estar con nuestros hijos. En qué están metidos, en los celulares, en internet, poner candados de seguridad, códigos de privacidad, actualizar la configuración familiar para delimitar juegos y apps. Además, tener esta plática con nuestros hijos sobre los riegos on line».

 

Con información de Noticieros Televisa 

 

 

 

 

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