Juan Antonio Magallán
Fotos: Gustavo Vega
Cuanajo, Mpio. de Pátzcuaro, Michoacán.- La celebración de Ofrenda a las Ánimas” (Ánimeecheri k’ejtsïtakua en purépecha), conocida popularmente como “Día o Noche de Muertos” se vive a flor de piel en Cuanajo, una de las tenencias de Pátzcuaro, que aún guarda una tradición ancestral para rendirle culto a sus muertos: sus altares de muertos no son los tradicionales. Un caballo artesanal le pone el sello de este pueblo indígena.
En la cima de los altares que se elaboran en esta zona se coloca un caballo artesanal, cuyo simbolismo se explicará a continuación. Durante la “Ofrenda a las Ánimas”, en la plaza principal del pueblo, se instala un caballo de 12 metros de altura, que representa una ofrenda de muertos colectiva, ya que toda la comunidad durante colabora los días 30 y 31 de octubre para su elaboración. La figura ecuestre está constituida por pequeños muebles, fruta y flores de cempasúchil.
Don Evaristo Téllez Vega, hombre de la tercera edad, quien ha sabido conservar la tradición e investigando a través de la historia oral ha ido desentrañando los misterios que guarda el magnánimo caballo, despeja las interrogantes:
“La representación del caballo es en alusión a la bestia que nos legaron los conquistadores españoles, entonces los pueblos indígenas fueron retomando para que en Cuanajo se asentara la tradición de elaborar el altar de muertos en base a un caballo”, explica.
El maestro de facto de la comunidad ironiza y cuenta que “antes” la gente veía a los españoles prácticamente como unos superhombres cuando estaban montados en un caballo, “ellos decían que los caballos comían fierro, cuando se trataba de los frenos en el hocico, y cuando veían fumar a los españoles, decían que comían lumbre”, cuenta mientras dibuja una sonrisa en el rostro.
El megacaballo (que asemeja a un caballo de Troya homérico), está construido con vigas de madera atravesadas para crear una pirámide, y en la punta hay una forma de la cabeza del animal. “Primero le ponemos caña de maíz, luego vigas y después comenzamos a adornarlos con flor de cempasúchil, pan y toda clase de frutas, menos refresco porque eso es comercial; no metemos nada externo, sólo lo natural, nada más”, comparte.
La creación del caballo en la plaza de Cuanajo es producto de la colectividad del pueblo, ya que se organizan “rondas” para integrarle elementos a la megaofrenda, “las rondas son de 35 a 50 personas y le van poniendo los elementos”, añade.
Por su parte, Benito Paque Cabrera, quien participó en “las rondas” explica que otro de los significados del equino es que es muy generoso pues “el animal ayuda a transportar la ofrenda que no cabe en las manos, mientras las mujeres llevan ofrenda en bateas de madera, los hombres cargan la fruta”, explica.
Pese al simbolismo de la tradición, los habitantes de Cuanajo señalan que aún no hay estudios “a fondo” de carácter histórico para dar una explicación cabal del significado de la tradición.