MUNDO.- De los exuberantes arrozales de la región de Timbulsloko en Indonesia solo queda una red de senderos de piedra en la superficie de las aguas que los han devorado, una muestra del desastre que el cambio climático podría provocar para las comunidades costeras del mundo.
Más de 200 personas viven aún en esta región costera de la isla de Java, a pesar de que su vida cambió de manera radical por la subida de las aguas, la erosión y la extracción excesiva de agua subterránea, responsable del debilitamiento del terreno.
La destrucción de los manglares en los años 1990 para crear estanques de pesca volvió además al litoral extremadamente vulnerable a las inundaciones.
Sulkan, un profesor indonesio, observa fotos de una época pasada y recuerda a los alumnos sonrientes junto a una ruta hoy en día desaparecida bajo las aguas.
«No son más que recuerdos», suspira el hombre de 49 años que, como muchos indonesios, tiene un solo nombre.
Las aguas avanzaron cinco kilómetros alrededor de Timbulsloko y en la vecina región de Demak, afirma Denny Nugroho Sugianto, profesor de la universidad de Diponegoro.
Según estudios científicos, la zona alrededor de Timbulsloko se hunde unos 20 centímetros por año, es decir el doble de lo registrado en 2010, dice.
«Se trata del debilitamiento de terreno más importante registrado en la región», subraya el investigador, que habla de un «lento desastre».
Los pobladores de la costa son las primeras víctimas de la emergencia climática, de acuerdo con los investigadores que estiman que una gran parte de la capital Yakarta corre el riesgo de queda sumergida hacia 2050.
En Timbulsloko, los habitantes subieron el piso de madera de sus casas con tierra para mantenerlo seco, a medida que las inundaciones se han ido agravando.
Sulkan se vio obligado a transferir su jardín de infantes a un terreno más alto.
Sularso, de 54 años, cuenta que subió el piso tres veces desde 2018, es decir 1,5 metros en total, con un costo de unos 22 millones de rupias (1.451 dólares).
La altura hasta el techo adentro de las casas disminuyó tanto que hay que mantenerse encorvado para no golpearse la cabeza.
«Para mí, no hay futuro», dice a la AFP este pescador. «Este pueblo desaparecerá en menos de cinco años. No podemos construir, no podemos hacer nada», agrega.
El piso de su casa queda bajo el agua durante las grandes mareas. Sularso dice que teme que una ola más fuerte que las otras termine destruyendo la vivienda.
Khoiriyah, una ama de casa de 42 años, tiene problemas para llevar a sus tres hijos a la escuela a raíz de las rutas inundadas.
«Ahora la vida es más difícil. Cada que el agua entra en mi casa, pienso que me gustaría poder mudarme», afirma.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas estima que un aumento de la temperatura de 2 °C con respecto a la era preindustrial podría hacer subir el nivel de los océanos en 43 centímetros de aquí al siglo próximo.
El suelo del cementerio del pueblo también fue levantado para evitar que el agua devore las tumbas.
Los pobladores instalaron un improvisado dique con neumáticos y también financiaron un camino de piedras para comunicar sus casas y poder acceder a las tumbas de sus familiares.
El profesor Sugianto pidió ayuda al gobierno para que los habitantes tengan acceso a agua corriente y reduzcan así su necesidad de extraer agua subterránea. Quiere además rellenar con arenas los sectores dañados por la erosión.
«Si no restauramos el litoral original no podremos resolver este problema de manera duradera», dice.
En Timbulsoko, Sulkan se niega a capitular. Asegura que se quedará para instruir una nueva generación de niños, como aquellos que se encontraban otrora en la ruta hoy devorada por las aguas.
«Mientras queden habitantes, y queden casas, estaré aquí», promete.
Con información de AFP