MUNDO.- Manifestantes contrarios al golpe de Estado del ejército de Myanmar volvieron a salir a la calle el martes desafiando las nuevas leyes que ilegalizaron sus protestas.
La policía detuvo a algunos participantes y utilizó cañones de agua para tratar de dispersar a la multitud en Mandalay, y otra se reunió en Yangón a pesar de la fuerte presencia de las fuerzas de seguridad.
Los decretos emitidos el lunes en la noche para algunas zonas de las dos ciudades prohibían las movilizaciones y concentraciones de más de cinco personas, además de las caravanas motorizadas, e imponían un toque de queda de 20:00 a 04:00 horas.
Yangón y Mandalay son las dos ciudades más grandes del país y registran protestas masivas desde el sábado. No estuvo claro de inmediato si se han impuesto restricciones para otras zonas.
Los inconformes exigen que se devuelva el poder al gobierno civil depuesto y la liberación de la líder electa del país, Aung San Suu Kyi, y de otros miembros del partido gobernante, detenidos cuando el ejército impidió la primera sesión del nuevo parlamento el 1 de febrero.
Además de las multitudinarias en Yangón y Mandalay, también hubo protestas en ciudades como Bago y Dawei, y en el estado de Shan, en el norte.
El creciente desafío a las nuevas autoridades sorprende en un país donde, en el pasado, las manifestaciones obtuvieron un uso letal de la fuerza como respuesta, y recuerdan a movimientos previos en la larga y sangrienta lucha de la nación del sudeste asiático por la democracia.
El domingo, decenas de miles de personas protestaron en la Pagoda Sule de Yangón, que fue el punto central de las movilizaciones contra el gobierno militar durante el masivo alzamiento popular de 1988 y durante una revuelta liderada por monjes budistas en 2007. El ejército usó la fuerza letal para frenar ambos movimientos.
Los medios estatales se refirieron por primera vez a las protestas el lunes, señalando que ponían en peligro la estabilidad del país.
Sin embargo, el comandante militar que encabezó la sublevación y que ahora es el líder del país no mencionó las movilizaciones en un discurso televisado de 20 minutos el lunes en la noche, el primero desde el golpe.
En su lugar, el general Min Aung Hlaing repitió las denuncias sobre fraude electoral que han sido la justificación para el alzamiento, quejas rechazadas por la comisión electoral. Además, señaló que su junta celebrará nuevas elecciones en un año como prometió y entregará el poder a los vencedores, y explicó las políticas de su gobierno para controlar el COVID-19 y para la economía.
Con información de AP / Foto: Reuters