Sismo y violencia en Chile arrecian demandas de la población

Chile. – Una multitudinaria concentración en Santiago terminó en enfrentamientos con la policía, intentos de saqueo aunado a un fuerte sismo que coronó el inicio de la tercera semana de una crisis social ante la cual el gobierno de Sebastián Piñera parece impotente.

Decenas de miles de personas se reunieron en la Plaza Italia de Santiago, epicentro de las protestas que comenzaron el 18 de octubre en Chile, inicialmente por el alza en el pasaje del metro pero que luego destaparon un profundo descontento en las clases trabajadora y media, que no ven sus expectativas cumplidas en materia de pensiones, educación y salud en medio de un exitoso modelo económico de libre mercado.

Cuando el clima de la manifestación empezaba a ponerse tenso, un sismo de 6,1 de magnitud y prolongado sacudió la zona central de Chile, incluida la capital. En los disturbios, al menos una policía mujer resultó herida cuando fue alcanzada por una bomba molotov en su rostro.

Los choques estallaron cuando los manifestantes intentaron avanzar hacia el palacio presidencial de La Moneda por la céntrica avenida Alameda. Allí, con varios puntos de contención por parte de la policía, se generaron diversos enfrentamientos.

Además, se registraron escenas de saqueos y vandalismo en Viña del Mar, Valparaíso y Concepción, donde al igual que en Santiago fue convocado por redes sociales un «superlunes» de manifestaciones. Un sonoro caceroleo en el centro de la capital y bocinazos de autos en sectores residenciales se hicieron sentir al caer la noche.

También se registraron por primera vez en esta crisis barricadas y escenas de tensión en los alrededores del Costanera Center, el centro comercial que con su rascacielos es el más alto de Sudamérica y símbolo de la bonanza chilena.

“La lucha sigue, pero tenemos que levantar el país, a nadie le conviene que caigamos en picada», dijo Olga Pérez, una contadora a la que le tomó una hora y media ir en bus de su casa al trabajo.

“Esto aún no termina», es el lema para las protestas que convocan para esta semana en Chile.

Entre la ciudadanía y políticos de izquierdas a derechas, crecen los reclamos por una nueva Constitución que cambie la heredada por el dictador Augusto Pinochet. Pero el presidente Piñera, que canceló la organización de la APEC y la cumbre de clima de la ONU COP-25 previstas para pocas semanas más en Santiago, afirma que prefiere «un diálogo amplio».

Una encuesta de la firma Cadem divulgada el domingo reveló que un 87 por ciento está a favor de que se cambie la actual Constitución. Piñera paga con una caída estrepitosa de popularidad sus errores y tropiezos en la gestión de la crisis desde el primer viernes de protestas violentas.

En un fin de semana de saqueos e incendios de infraestructuras y desmanes, decretó el estado de emergencia, sacó a los militares a las calles e impuso un toque de queda, todas medidas que se pensaban sepultadas en la dictadura.

Con 13 por ciento de aprobación, según Cadem, es el jefe de Estado con las cifras más bajas desde el regreso a la democracia en Chile, en 1990. El lunes se conoció que la economía chilena creció 3 por ciento en septiembre en comparación a igual mes del año anterior, completando su mejor trimestre del año, pero tras el estallido social el gobierno prevé una baja en las cifras hasta fin de año, con una caída de incluso 0,5 por ciento en octubre.

“Lo que nosotros esperamos para el cuarto trimestre es una situación completamente distinta producto de los eventos que todos hemos conocido», dijo el ministro de Hacienda, Ignacio Briones.

Activistas, encabezados por la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, emplazaron el lunes a Piñera a frenar las «graves y sistemáticas» violaciones a los derechos humanos denunciadas en el marco de la crisis, pese a voces locales que descartan un plan represor.

Las protestas dejaron 20 muertos, cinco de ellos a manos de agentes del Estado y se reportan unos 150 manifestantes con heridas oculares por el uso de perdigones en las manifestaciones. Hasta ahora se trata de un movimiento heterogéneo, sin banderas políticas ni liderazgo identificable.

Las actividades se han reanudado en Santiago y las principales ciudades del país, aunque al anochecer las protestas y sus desenlaces violentos paralizan las calles. El Metro de Santiago, que transportaba unos 2.6 millones de pasajeros diarios, alargó sus horarios hasta las 20:00 horas locales, y se recupera tras sufrir graves daños en 118 de sus 136 estaciones, entre ellas 25 incendiadas, sobre todo en zonas muy pobladas y de clase trabajadora.

Los daños en esta moderna red se estiman por encima de 350 millones de dólares. Los desmanes en pymes y comercios, además de infraestructuras públicas, superan los 900 millones de dólares, según cifras oficiales.

Con información de Excélsior.

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