MÉXICO.- Un arte que se remonta a más de 10 mil años, practicado por diferentes culturas, castigado durante ciertos periodos. Así el tatuaje. Pero hoy en un estudio ubicado en la colonia San Rafael de la Ciudad de México e integrado por puras mujeres, el tatuaje cobra no solo vida, sino también honra a aquellas mujeres victimas de violencia convirtiendo sus cicatrices en arte.
Hace siete años, Carmen Sánchez fue atacada con ácido por su pareja, el padre de sus hijas; más de 60 cirugías, incontables cicatrices tanto físicas como emocionales marcan el cuerpo de esta mexicana de 38 años.
«Mis cicatrices ya tienen siete años (…) sin embargo cada vez que las veo, las miro obscuras y no me gustan, a pesar de que he estado trabajando en ellas, las he estado aceptando como parte de mi recuperación, como parte de mi resiliencia y estas cicatrices cada vez que las miro pues tienen un significado que jamás se va a ir, está la firma del machismo que quiso terminar conmigo utilizando acido».
Se calcula que desde 2001, cerca de 30 mujeres han sido atacadas con ácido en México. La edad promedio de las víctimas oscila entre los 20 y los 30 años. Más de la mitad de ellas mantenía o había tenido una relación sentimental con su agresor.
Pero hoy Carmen ha podido borrar un poco de ese pasado gracias a la sororidad del taller de Tinta y Sangre.
«Yo me dirigí a víctimas de violencia doméstica (…) y que en su proceso de cómo tratar de superar esa violencia, pudieran cubrirla o a lo mejor adornarla como parte justo del proceso de sanación (…) darle una resignificación a sus cicatrices», dijo Paty Perón, tatuadora.
A este proyecto de tatuajes gratuitos para mujeres víctimas de violencia se han sumado otras dos jóvenes que fueron atacadas con ácido por sus exparejas.
«Me siento satisfecha cuando las veo contentas de que ya no están viendo ahí la cicatriz que les recuerde ese mal momento o ese trauma, a lo mejor hasta de momento puede ser porque ya se transformó en algo que ellas sí quieren ver que ya le dieron otro significado».
Para muchos una flor rosa salpicada por otras más pequeñas, junto a una guía de hojas, es solo un tatuaje, arte en la piel, pero para Carmen es el primer capítulo a colores en su vida».
«Para mí el transformar esto obscuro que veo en mi cuerpo y poderle darle color, es levantarme y poder ver un nuevo arcoíris en mi piel», agrega.
Con información de Noticieros Televisa / «Al aire con Paola» / Arely Melo