MÉXICO.- Entre aplausos y canciones se fue la noche de velación de los restos del gran Vicente Fernández.
Hacía frío en la capilla ardiente en que se convirtió esta arena, pero la gente, volcada en emociones llegó como pudo a verlo. Amaneció y seguía pasando más gente.
María del Refugio Abarca, Doña Cuquita nunca se retiró, se mantuvo a su lado. Agotada, sí, pero siempre rezando y a veces en silencio platicando con quien fue esposo por más de 65 años.
Conforme avanzó el día, más gente entraba. A las tres de la tarde cuando inició la misa de cuerpo presente la arena se veía repleta. Desde lo alto, la Virgen de Guadalupe veía el féretro del gran Vicente Fernández.
Inició la misa, oficiada por Monseñor Oscar Sánchez Barba, quien dijo que lo más importante de Vicente Fernández no fue su canto, sino la hermosura de su vida, un hombre sencillo, amable y sonriente siempre.
El mariachi acompañó la misa. Y sus hijos cantaron ahí, acompañados de cientos más.
“A toda la gente que está aquí, a todas las personas que nos están viendo, que pidieron, mandaron bendiciones, mandaron decir misas, rezaron, por todas, todas esas personas, yo les mando la bendición con todo mi corazón, les doy las gracias y que Dios los cuide a todos”, dijo María del Refugio Abarca, viuda de Vicente Fernández.
El agradecimiento también vino de Alejandro Fernández.
“En nombre de la familia Fernández Abarca quiero dar las gracias a todos y cada uno de ustedes por cada demostración de cariño, amor que hicieron hacia mi padre en vida, por su salud, le quiero dar las gracias también a todas las personas que vinieron de cualquier parte de México, a todas las personas que estuvieron muy al pendiente de la salud de mi padre / y les pido un fuerte aplauso a los doctores que estuvieron atendiendo a mi padre, que dieron hasta el último, hasta el final, por tratar de seguir, de que estuviera aquí con nosotros, muchas gracias, que Dios los bendiga y viva Vicente para siempre, un aplauso, por favor, para mi madre”.
De la arena, los restos de Vicente Fernández fueron llevados hasta su rancho.
Sus fanáticos no paraban de dar muestras de respeto y admiración.
“Lloré, fue su ídolo de mi mamá y vine a despedirlo como a mi mamá le hubiera gustado», Lourdes González, fanática de Vicente Fernández.
Con apenas siete años, cinturón piteado, camisa a cuadros, sombrero, pantalón y botas vaqueras, Obed recordó así a su ídolo.
“El solito, buscaba canciones de Vicente Fernández y se las ha aprendido y el solo las canta y ahora que falleció, pues él quería venir a verlo», dijo Olga Lidia Núñez, abuela de Obed.
“¿Qué canción te gusta más de Vicente Fernández? Todas (…) Por tu maldito amor, no logro acomodar mis sentimientos y el alma se me sigue consumiendo, por tu maldito amor, por tu maldito amor”.
De la carroza bajaron el ataúd para ser llevado por sus hijos hasta donde descansarían los restos de su padre. En la puerta ya lo esperaban charros y escaramuzas, además de sus caballos para que le acompañaran.
Los charros eran de Huentitán, el Alto, Jalisco, lugar de donde el gran Vicente era originario.
El gran Vicente Fernández descansa en paz ya, bajo los árboles de su casa. Así lo quería.
Con información de Noticieros Televisa / Guadalupe Madrigal