Ciudad de México. – Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se tuvieron tres secretarios de Hacienda y Crédito Público (SHCP) que estuvieron al frente del control de las finanzas públicas y de mantener las bases macroeconómicas del país.
El Economista entrevistó a diferentes expertos en política fiscal que hablan sobre los claroscuros que tuvo Luis Videgaray, José Antonio Meade y José Antonio González Anaya, pues si bien consideran positivo el impulso de las reformas estructurales, la manera en que se ejerció el gasto y la deuda fueron inconcebibles.
“Esperaba mucho de Videgaray, pero mis expectativas se fueron diluyendo, su política fiscal fue la más errónea que ha tenido el país porque él observó sólo la necesidad de la recaudación para incrementar el ingreso federal”, consideró el fiscalista Herbert Bettinger.
Abundó que, en efecto creció la recaudación, pero no se puede decir que México tiene unas finanzas públicas sanas, inversiones productivas o socialmente necesarias.
“Él era responsable del ingreso y del gasto, y el gasto no cumplió con sus objetivos y lo que se logró fue un dispendio absoluto y un nivel de corrupción jamás visto en el país, si bien no se le puede achacar por completo a él solo, lo que sí se le responsabiliza es que sí entregó recursos a los estados y nunca los fiscalizó”.
Bettinger expresó: “dentro de los secretarios de Hacienda que hemos tenido, yo creo que Videgaray ocupa uno muy malo”.
Héctor Villarreal, director general del Centro de Investigación Económica Presupuestaria (CIEP), coincidió y agregó que, si bien Videgaray fue un secretario importante por ser el arquitecto de muchas reformas, hubo dos temas fundamentales que dejó pasar: una reforma al gasto público y abrir la discusión sobre temas de largo plazo como un sistema nacional de salud, pensiones e infraestructura.
Además, indicó la manera agresiva en que se endeudo el país como proporción del Producto Interno Bruto (PIB), y las sobre-estimaciones de la economía mexicana.
Raymundo Tenorio, economista del Tecnológico de Monterrey, criticó que en cada Paquete Económico que entregó Videgaray al Congreso, estaba atiborrado de estimaciones que nunca se cumplieron.
“La administración de Videgaray fue mala y pésima, sobre todo porque nos vendió una serie de mentiras en los Criterios Generales de Política Económica, en especial la del año 2014, donde se menciona cuánto crecimiento se tendría de la economía sin reformas estructurales (2.1%) y con las reformas estaría creciendo 5.2%, lo cual no vimos”.
Meade, secretario de los gasolinazos
José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico consideró que en los casi dos años que José Antonio Meade fue secretario de Hacienda le tocó hacer un ajuste de política fiscal que controlara el proceso de endeudamiento, y con ello darle prioridad a los preceptos de estabilidad macroeconómica, que tienen como meta evitar que la inflación crezca, evitar salida de capitales y endeudamiento.
“Meade cumplió con la función de mantener de una manera ortodoxa esos preceptos y lo hizo bien hasta que aceleró el proceso de la liberación de los precios de la gasolina, pues con ello, causó presión a la inflación y le representó un costo político en las elecciones”.
Para el fiscalista Bettinger, el punto difícil que enfrentó Meade fue justamente el gasolinazo, “era necesaria la liberación, pero estuvo mal instrumentada. No estábamos preparados para la liberación al 100%, tuvo que ser de manera paulatina, sobre todo cuando tenemos un monopolio como Pemex”.
Villarreal agregó que la consolidación fiscal de la que habló Meade no se logró, pues fue más bien un plan de austeridad de carácter financiero, donde dependencias como salud y educación se vieron afectadas. Criticó que Meade no se abriera a la posibilidad de un Consejo Fiscal para mejorar la transparencia de las finanzas públicas.
González Anaya, omiso
Tenorio calificó de “gris” la estancia de José Antonio González Anaya como secretario de Hacienda, pues hizo caso omiso a la reforma fiscal que se hizo en Estados Unidos, a pesar de las implicaciones que podría generar en México.
“Se limitó a decir que estaban haciendo un plan B que nunca se presentó, y que tampoco iban a reaccionar de manera temerosa, y que iban a trabajar con el sector privado. Se la llevó de muertito porque fue omiso; nunca presentó un plan de ajuste fiscal”.
De la Cruz indicó que a González Anaya le tocó muy poco tiempo para hacer algún cambio fiscal, “se dedicó a administrar las finanzas públicas, es decir, ya no tenía tiempos ni espacios legislativos para promover cambios en el Congreso”.
Remarcó que se enfocará más en hacer una transición con incertidumbre como se ha hecho en los últimos sexenios.
Con información de El Economista